A lo largo de una vida de una persona, a veces tienen lugar acontecimientos que desvían a esta de la rutina habitual de la sociedad en la que vive. El Universo posibilita que ese ser humano encuentre otra Vida, que, de hecho, ya existe a nuestro alrededor y aún en el interior de uno mismo. Así, el Destino se sirve de un viaje inesperado hacia un lugar desconocido. Aceptando andar el camino propuesto, esa persona siente que ha regresado a casa y que aún hay otro hogar, más allá de la realidad conocida. Toda la vida transcurrida hasta ese instante cambia y da un salto hacia la multidimensionalidad.
REENCUENTRO EN LA MONTAÑA relata y describe ese camino recorrido por alguien que, en realidad, podrías ser tú mismo o tú misma.
Acerca del autor:
Francesc Boguñà Chesa nació en Barcelona en enero de 1961. Ha vivido numerosas experiencias laborales y períodos intermedios que le favorecieron para descubrir el mundo natural y humano que está más allá de la rutina social y familiar, aprendiendo a dejarse llevar por el Ser Interior que muestra el Mundo de Luz que todos llevamos dentro.
Francesc Boguñà Chesa nació en Barcelona en enero de 1961. Ha vivido numerosas experiencias laborales y períodos intermedios que le favorecieron para descubrir el mundo natural y humano que está más allá de la rutina social y familiar, aprendiendo a dejarse llevar por el Ser Interior que muestra el Mundo de Luz que todos llevamos dentro.
Extracto del prólogo escrito por Susana Ortega, Viajes Sagrados, S.L.:
"Conocí a Francesc en su primer viaje al Monte Shasta. Durante el viaje sentí que la vibración de Francesc era la de la tierra que en ese momento estábamos pisando. En él confluyen una conexión profunda con la cultura nativo americana y la seriedad de una persona que, con los pies en la tierra, llega a tocar el cielo."
"Conocí a Francesc en su primer viaje al Monte Shasta. Durante el viaje sentí que la vibración de Francesc era la de la tierra que en ese momento estábamos pisando. En él confluyen una conexión profunda con la cultura nativo americana y la seriedad de una persona que, con los pies en la tierra, llega a tocar el cielo."
Fragmento del Libro, pág. 98:
"... Continúo el ascenso hacia el segundo lago, habiendo dejado atrás, bajo los árboles, el tramo de mayor pendiente, caminando sobre tierra resbaladiza, levantando las botas sobre las gruesas raíces y rodeando algunas piedras. Ahora estoy en una parte del camino que está al descubierto, dando pasos sobre piedras blanquecinas. Los rayos del sol, que nos alcanzan de lleno, se clavan en mi espalda, nuca y cabeza. El color del cielo es de un azul profundo en una atmósfera límpida y penetrante a los sentidos y a los sentimientos, como la experiencia que estoy viviendo. A lo lejos, unos cuantos metros más arriba, veo que una parte del grupo ha llegado a lo que parece ser la cima de la ladera por la que ascendíamos. Con pasos lentos, más metido en mis sensaciones que al tanto de la excursión, llego minutos después a esa parte final del ascenso. Desde este punto se descubre la nueva panorámica que se presenta al caminante: una ladera de una nueva montaña, más alta aún que la que se acaba de ascender y, en la unión de ambas faldas, un pequeño valle. En esa depresión del terreno se encuentra Heart Lake. Algunos componentes del grupo ya están instalados al borde del pequeño lago sobre un suelo de granito utilizando los salientes de la roca como asientos y lugar de apoyo para sus mochilas. Yo subo hasta un punto en el que, a modo de mirador, la visión de kilómetros cuadrados a la redonda permite a los sentidos deleitarse con la expresión de la naturaleza en toda su belleza. Bosques de pinos y abetos rectos como antenas sobre laderas de colinas suaves y montañas rocosas que alcanzan el horizonte dando a entender que su presencia se extiende incluso más allá. El lago Castle, una silueta azul cobalto que se abre paso entre la masa verde oscura, destaca a los pies. Detrás de mi posición, como una enigmática figura, el Monte Shasta se eleva imponente. Me alegra comprobar que ya no hay que seguir estando al tanto de hacia dónde nos dirigimos. Ya puedo vagar por la montaña libremente. Y así lo hago, porque el cuerpo me lo pide.
Tras los minutos de expansión vital disfrutando de las vistas que ofrece el paisaje, mi atención se dirige abruptamente hacia mi estado consciente. La apreciación de la naturaleza había desviado mis sensaciones del "trabajo", tarea aún pendiente pero que era imposible postergar de modo indefinido. La tensión vuelve a aparecer. En esos momentos hay una lucha en mi interior, una lucha que me provoca dolor, irritación, lágrimas de rabia e impotencia. Siento que ha llegado el momento de una conexión. Una conexión que no tengo idea cómo será, pero que ha de ser. Que puede lograrse si me libero. Siento que hay una pared en mi interior. Una pared que bloquea la posibilidad de esa comunicación con otra dimensión. El cuerpo tiene que liberarse de una tensión en el abdomen. De un bloqueo emocional. Sé lo que hay que hacer, pero me da miedo. A una parte de mi ser le da miedo. A otra parte le da vergüenza. Voy a tener que gritar, dar alaridos a pleno pulmón para liberar ese bloqueo. Pero yo nunca he hecho eso en plena naturaleza, digna del mayor de los silencios humanos... Yo elijo. Me planteo dejarlo; 'todo son invenciones de mi desbordante imaginación', mi intelecto asevera. Al instante siguiente de esa propuesta, mi interior se rebela. No puedo dejar pasar la oportunidad que he estado soñando durante tanto tiempo. Y llega ahora. Ni antes, ni después... Pero yo elijo."
"... Continúo el ascenso hacia el segundo lago, habiendo dejado atrás, bajo los árboles, el tramo de mayor pendiente, caminando sobre tierra resbaladiza, levantando las botas sobre las gruesas raíces y rodeando algunas piedras. Ahora estoy en una parte del camino que está al descubierto, dando pasos sobre piedras blanquecinas. Los rayos del sol, que nos alcanzan de lleno, se clavan en mi espalda, nuca y cabeza. El color del cielo es de un azul profundo en una atmósfera límpida y penetrante a los sentidos y a los sentimientos, como la experiencia que estoy viviendo. A lo lejos, unos cuantos metros más arriba, veo que una parte del grupo ha llegado a lo que parece ser la cima de la ladera por la que ascendíamos. Con pasos lentos, más metido en mis sensaciones que al tanto de la excursión, llego minutos después a esa parte final del ascenso. Desde este punto se descubre la nueva panorámica que se presenta al caminante: una ladera de una nueva montaña, más alta aún que la que se acaba de ascender y, en la unión de ambas faldas, un pequeño valle. En esa depresión del terreno se encuentra Heart Lake. Algunos componentes del grupo ya están instalados al borde del pequeño lago sobre un suelo de granito utilizando los salientes de la roca como asientos y lugar de apoyo para sus mochilas. Yo subo hasta un punto en el que, a modo de mirador, la visión de kilómetros cuadrados a la redonda permite a los sentidos deleitarse con la expresión de la naturaleza en toda su belleza. Bosques de pinos y abetos rectos como antenas sobre laderas de colinas suaves y montañas rocosas que alcanzan el horizonte dando a entender que su presencia se extiende incluso más allá. El lago Castle, una silueta azul cobalto que se abre paso entre la masa verde oscura, destaca a los pies. Detrás de mi posición, como una enigmática figura, el Monte Shasta se eleva imponente. Me alegra comprobar que ya no hay que seguir estando al tanto de hacia dónde nos dirigimos. Ya puedo vagar por la montaña libremente. Y así lo hago, porque el cuerpo me lo pide.
Tras los minutos de expansión vital disfrutando de las vistas que ofrece el paisaje, mi atención se dirige abruptamente hacia mi estado consciente. La apreciación de la naturaleza había desviado mis sensaciones del "trabajo", tarea aún pendiente pero que era imposible postergar de modo indefinido. La tensión vuelve a aparecer. En esos momentos hay una lucha en mi interior, una lucha que me provoca dolor, irritación, lágrimas de rabia e impotencia. Siento que ha llegado el momento de una conexión. Una conexión que no tengo idea cómo será, pero que ha de ser. Que puede lograrse si me libero. Siento que hay una pared en mi interior. Una pared que bloquea la posibilidad de esa comunicación con otra dimensión. El cuerpo tiene que liberarse de una tensión en el abdomen. De un bloqueo emocional. Sé lo que hay que hacer, pero me da miedo. A una parte de mi ser le da miedo. A otra parte le da vergüenza. Voy a tener que gritar, dar alaridos a pleno pulmón para liberar ese bloqueo. Pero yo nunca he hecho eso en plena naturaleza, digna del mayor de los silencios humanos... Yo elijo. Me planteo dejarlo; 'todo son invenciones de mi desbordante imaginación', mi intelecto asevera. Al instante siguiente de esa propuesta, mi interior se rebela. No puedo dejar pasar la oportunidad que he estado soñando durante tanto tiempo. Y llega ahora. Ni antes, ni después... Pero yo elijo."
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